El objetivo de la cámara

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jueves, 28 de octubre de 2010

Pequeño viaje

Deshago la maleta, no recordaba todo lo que había metido. He dejado algo donde fui, pero también encuentro cosas que me traje. Ayer no me apetecía ni mirarla. Creo que porque sé que en el fondo no quiero darme cuenta que no habrá más viajes. Que olor desprende, es entre ropa asfixiada y melancolía atrapada entre dobleces.


En lo más profundo he puesto lo más delicado, lo que quería dejar al final, mi orgullo. No es fácil dejarlo en casa. Y siempre lo llevo. Los vaqueros respetan su espacio y dejan un poco de sitio al miedo. Creo que el miedo es como un vaquero, lo llevas puesto y va con todo y contigo sin desprenderse.


A veces suelo poner en la maleta fotos en blanco y negro de cuando ni siquiera era consciente de que me dejaba atrapar por la fantasía y soñaba con explorar el mundo y cargar con sus problemas. Al mirarlas puedo hallar un rostro limpio de heridas y me hace sonreír ver que no se ha paralizado mi viaje de vida y sigo aprendiendo y tropezando. Ahora el rostro que veo en el espejo, es un rostro más cansado por los años, que no perdonan.



Dependiendo del día con que se mire, puede parecer bien vivida ó mal vivida, mí existencia en este mundo. Mejor dicho, por exigencias del guión es una vida que me ha tocado vivir y no me quejo, al contrario. He podido robar a cada día momentos imborrables..., Pero más vieja está la maleta y se calla ante mí. Guarda recuerdos y secretos en su interior. Además es poseedora un papel donde está escrito una palabra: "Busca lo mejor en cada cosa que mires". La puse hace mucho tiempo, para que no se me olvidara nunca lo importancia de los pequeños detalles. Hay días en que se necesita coger del cuello al ánimo y salir para delante y ver todas las cosas buenas del camino.


Me siento bien, cuando llego a la parte donde tengo que desenvolver y sacar los pequeños amuletos... Esos objetos que ni siquiera creo en su poder, pero la gente que me quiere me han ido dando y se han convertido en un poderoso compañero. Si tuviera que elegir entre ellos y mis fotos, me desesperaría, ambos me han robado sentimientos. La ropa sucia es escasa, pero también la traigo, y ahora toca devolverla el semblante y guardarla en el armario de forma impecable.



Y como buena superviviente, llevo mis víveres de subsistencia, comida perdurable en días. Puedo comprobar que quedan pequeñas migajas de lo que inicialmente era un festín de chucherias. Es un poco raro, pero es una forma de mantenerse segura al llevarlas. Me hace pensar, que en el estomago de la maleta hay comida por si arrecia el infortunio en el trayecto. Lo mejor de todo, es poder compartir lo que se lleva. Nadie espera que en esa maleta roja se esconda un tesoro de emociones y de sabores. Siempre es una sorpresa con sonrisa el momento de descubrir el pequeño almacén a otras personas, creo que por eso también lo llevo.


Sólo me queda viajar con la mente a los mundos donde nadie va ir...

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