El objetivo de la cámara

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miércoles, 28 de julio de 2010

Rosas marchitas

Podría decir que suena una sinfonía en mis oídos, que eclosiona al corazón dandole nuevos ritmos, pero noto silencio que de forma discreta se sienta cómodamente, apagando las ganas de escuchar.

Noto la hiel de mi cuerpo subir a la boca y tocar mi lengua. Percibo la amargura de algo que emerge de forma espontánea con dosis altas de sinsabor.

No llego a sentir el resplandor de ideas, esas que me causaban desenfado, con rotunda exigencia la cabeza, se hace independiente del cuerpo. Bloquea las ideas llenas de corazonadas, aplastando la ambición de hacer algo, que puedo estar olvidando hacer, y a la vez deseando hacerlo. Porque llevo innato saber hacerlo...

Debería reparar la desvinculada percepción negativa y dar paso a la positiva, pero desisto de salir a enfrentarme a ambas para volver sin nada. Ya no dejo salir lo que se ha estropeado dentro, tampoco se como hacerlo. Solucionar la parte mala de un camino sin vuelta, es como solucionar las dudas, volcando más sobre ellas, para encubrir las primeras.

Mis pies descalzos caminan sobre rosas marchitas...

Podría buscar las tristezas del pasado, las risas de los momentos frenéticos donde la carcajada invita a la locura de no parar, podría urdir un plan para poder atraer los traumas que no recuerdo, y me han dañado. Tantas cosas han segado cada rincón de los sueños, que ahora están desérticos, diría que la necesidad de barbecho, va en prolongación a la decepción, masificando las tierras ácidas, que ya no prometen dar frutos.

He apagando una tras una las luces de los duendes que me daban oportunidades de tener un mundo mágico, soy más libre que nunca de soñar, pero los deseos vuelven trasformados en perdidas ideas de un pasado cercano, que ya no interesa como antes. Va invadiendome, sin poder controlar, la ausencia de ilusiones.

A veces pienso que tengo el instinto de saber salir con la frescura de antes muy cerca, pero no lo reconozco, no lo siento mío, no lo tacto con la misma intensidad. Y me parece extraño, me parece que he perdido los colores que favorecían su aspecto.

Con el estomago como un puño y la garganta anudada como una corbata, congelo la palabra dar un paso más, para esperar a que no surja nada que desequilibre el mundo, donde la visión que perturba mis pupilas, es de ver cada vez menos jardines con flores, y menos ganas de elevar en el aire a las luciérnagas en la penumbra. Podría provocar al cuerpo y cambiar de piel, tal cual muda la suya la serpiente, y dejar de arrastra lastres que no se como han llegado hasta la oscuridad de los ojos.

El viento carga con polvo, para no dejar disfrutar del paisaje, haciendo difícil saber si vale la pena correr contra él. Ya no saboreo cada cosa como si fuera la última, como si no fuera de nadie, dando lugar al egoísmo, que hace saber que puedes alargar un placer que dominan los deseos más bajos. No es el aburrimiento que me da coces de vez en cuando, es la diversión que no tiene tanta gracia. Las cosas bellas pierden su nombre, o es olvidado.

Y siguen mis pies descalzos caminan sobre rosas marchitas...

Intento absorber la vida de la persona cercana para cubrir el vacío, pero su vida no me llena, no es la mía. No lo siento, no reconozco las palabras cuando las mezclo en mis pensamientos, siempre se han mostrado desnudos ante la interioridad de los deseos sinceros.

No sé bien, donde huyo la osadía, el valor, el riesgo.., donde enfermo el ánimo de dar pasos de tortuga, aunque fueran lentos, pero sin motivo de freno.

Sonrío de forma inusual, por las sorpresas que asombran algo que creo controlar. Repentinamente me conectan por segundos al mundo de desconexión en el que estoy sumida.

Por lo menos ahora me tuteo, me agrada hacerlo, y saber que el día que sienta la sinfonía, será entendida la especial manera de escuchar el reguero de posibilidades, que puedo robar a la vida, para poder llenar con palabras escritas los espacios en blanco.

Tengo la confusa idea de tener que pensar en un futuro, y pierdo el tiempo no creandolo.

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