El objetivo de la cámara

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sábado, 31 de julio de 2010

El instinto materno de la noche

Vuelca sus tiernos parpados en la cuna del ilusionismo, ella, dibuja fantasía en virutas, moldeando un mundo cargado de adultos.

Caliente de cariños con ayuda de lloros, pide atención, enciende las noches con sus luceros muy negros mirando muy fija, con semblante risueño, recibe al ángel que guarda su cama.

Cargada de nanas caladas de historias muy dulces, reposa con vuelo y olor a infancia, la mecen la cuna con risas y amores.

Recoge con agrado restos de caricias escapados en su cuna de algodones, donada de detalle, la penumbra lanza canciones que agitan el viento dando una forma más bella al aire; Cuando se cansa, la brisa la mira y la saca la risa con golpes ligeros.

Abanica su refugio la imaginación llevándola lejos, al mundo al revés. Adornado su alrededor con cachitos de trapo, de tela y luces brillantes que guardan silencio y miran callados. Ella aprieta con su cuerpecito el peluche más blando, lo chupa y babea, lo mira y deja tapado junto a su cara.

La luz se encierra en sus ojos. La luz encuentra los momentos juguetones de los sueños. La luz se apaga de forma muy lenta, muy tibia, muy dulce...

Como flor, como espasmo del rocío en las hojas, como hilo de la araña que espera atrayendo a su huésped, deja embelesado a quien la mira. Cuando se la contempla, los sueños revolotean junto a ella.

Agitan la suave esencia de infancia las estrellas, la observan por el hueco de la boya, dando más luz a la noche. La luna sonríe y lanza un guiño y un suave beso, que llega en seguida, llenando la noche de cantos nocturnos. Entre sueños, sin que ella lo note bajan a verla, la tapan, la miran con dulce alboroto.

La envuelven dibujos ingenuos, de color llamativo, pinturas que cubren felices los muros del cuarto, presumen de ella, cuando la siente muy cerca, y ella los mira con ojos de encanto.

Duerme, duerme, duerme... en una sabana de flores, que desentonan con el mal y viste la felicidad de un color y un sabor a paz. En la boquita sujeta el tete, lo agita con suave vaivén, muerde con ganas la goma, su unión tan estrecha, anima al sueño, a que busque el dulce sabor, que envuelve el sopor.

El blanco y el negro se giran, convierten la silueta de criatura venida al mundo, en luz de colores, en luz de arco iris. La luz se despide, se apaga, resalta lo lindo que mece la noche.

Flota la calma en su lecho, las ganas de refugio la abrigan. La noche se vuelve cuidadosa, llevando innata dejar a la peque, reposar entre sueños en su nido de mimos. Cubriéndolo todo de sedosa armonía. Sin descuidar la vista ni un momento de ella, todo silencia y esperan a ver, como la soñera la invita, ya presos sus parpados, los cierra, sellando a ratos los sueños, la noche es suya.

Manos ligadas a lazos estrechos que atrapan al vuelo, los sentimientos de querer estar siempre con ella. Buscan darla un mundo de sabor a lo que mejor sabe la vida. A vida de juegos, a vida de cantos, de nanas que hagan contar los cuentos alegres...

Se regalan los gestos más tiernos, la dulce visión de un mundo relleno de suave ilusión y fuentes, que empapan la vida de magia, que riegan latidos pequeños, muy jóvenes, con ganas de risas y a veces de llantos. Latidos de sangre, que buscan vivir un sueño de vida, un sueño de amor, donde pasea muy libre la imaginación.

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