Atraigo lo que siento y congelo la emoción
del viento para salpicar de amor la bandera y su conquista. Desaparezco entre
sin ti y el no llega nunca la voz a mi boca.
Me falta el aire embriagado de tu boca.
Y con las manos saco de mi alma el amor fundido a ratos. Y si quieres que mis
pies toquen el suelo, lo haré cuando bajen las nubes a su nueva tierra. Y el
sol vuele y venza al día en un pulso.
Las riendas del mundo se unen entre los
violines de mis ansias y las hadas del bosque.
No podrán terminar de emigrar los instantes
si ven los ojos salpicados de nostalgia y el horizonte se aleja.
Duele el río sin suerte, duele
el humo del fuego que no para, duele los latidos secos de la huida de las aves,
duele no saber callar al mismo trueno su rugido.