Qué difícil
es dormir en lo alto de la media luna, y apagar los ojos para que llegues con
el amanecer que respira sueños. Esperaré hasta que el sol entre sin poemas y
las margaritas enamoradas no cambien el si por el no al desojarse.
Cada
vez que estoy debajo de una estrella levanto la mano y el silencio habla. La
intención de llegar a robarle un beso se fragmenta en muchas noches oscuras. Y
la quietud se oscurece dejando a los tejados suspirando vidas.
Brota
en el blanco de la noche el reflejo de la luz en el agua, salpicando todo de horas de desvelo y caricias
que buscan el alma anhelado.
El
viento sale a buscar las canciones que palpitan en el aire y regresa exhausto
de cada encuentro. Regresa sabiendo bailar entre nubes y sabiendo dar giros de
campana detrás de los cristales.
Se
pierden las miradas, y renacen las sombras y se cuaja los callejones de
apagones de turno. Todo parece callado y se oye el miedo dormir. La vida empapa
el hogar de mi pecho, el ruido se droga
de cansancio y muere un poco. Dulce angustia al recordar lo bello, dulce manjar
viajar sin billete.