El objetivo de la cámara

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jueves, 7 de octubre de 2010

Las cortas ideas



Estoy acomodando la cabeza, hace frío y me pesa el sueño en los hombros, busco la comodidad sobre el cristal. Miro a través de él, y sólo veo la oscuridad del día. Está rallado el cuadro acristalado, que me hace de almohada. Lo han dejado tatuado un nombre, no sé, pero es difícil comprender lo que pone, tampoco hay mucho interés en saberlo. Estoy cansada, son cerca de las 7 de la mañana, no hay mucha gente, y es de los días donde todavía se puede sentir la tranquilidad del olvidado verano. No me he fijado en la luna, bueno, si al salir de casa mis ojos la buscaron inconscientemente. Se escondía tras la cortina de nubes con formas desiguales. Amenaza con llover, pero solo se queda en una amenaza por ahora.

Dejo soltar un fuerte suspiro, que llevo conteniendo durante un rato. Estoy tensa. Es mejor dormir un rato. El asiento es incomodo, pero voy calentándolo y mi cuerpo se adapta a el. Los asientos que están en frente están silenciosos, y sucios. Llevan sujetando vidas de acá para allá mucho tiempo, cada uno con su problemática marcada en el sucio forro, que le ha dejado cada viajero.

Sé que en cosa de media hora estaré rodea. Se llenaran los solitarios asientos, que viajan a mí alrededor. Cierro los ojos hacia el camino de los pensamientos reflexivos. El tren para, y sube un pequeño grupo de gente. Un chico de unos 30 años, de complexión delgada se sienta enfrente. Bueno continúo con mi fantasía y cierro los ojos, pero no sin antes, modificar el cuerpo hacia otra postura insoportable. Sigue haciendo frío, por el conducto sale aire fresco. Me acurruco y abrazo el cuerpo, y existe la tentativa de ponerme a temblar en cualquier momento. Lamento no haberme secado bien el pelo. Y lo pago ahora.

Nuevamente se para el tren, sube más gente. Los asientos del otro lado, son ocupados, me llama la atención un hombre, lleva una cerveza en la mano. Me da por mirar la hora. Son casi las 8. De reojo le observo y busco una explicación. No sé que pensar. Viste normal, no parece un borracho, pero la hora no es la idónea para dar una buena imagen llevando una cerveza de la mano. Puede que sea sin alcohol. No lo veo la tapan sus dedos gruesos y peludos. Me hago la dormida y pienso. El pensamiento se me corta de repente, viene olor a ajo, la persona que va a mis espaldas, a cenado ajo. Odio el ajo! y más a esas horas. Se me pasa por la cabeza mil cosas entre ellas la pasta de dientes. Podría ser peor…

El chico de enfrente se pone a darse crema de manos, y lo hace con mucha delicadeza. Son bonitas y con dedos largos. Se nota que se cuida. Su pelo ya asoma alguna cana, pero es agradable mirarlo. Además de chocante, sobre todo ver como se masajea cada dedo, un sitio singular para hacerlo.... El del ajo me esta matando!. Casi preferiría que me llegara el olor a cerveza..., pero está lejos. El perfume de la crema de manos no puede con esos olores con tanta personalidad. Intento no pensar en ellos. Y paralizo un poco la respiración, la entrecorto y busco refugio en el palestino que chorrea perfume. Ya no queda tanto, es lo único que tengo que pensar. Todavía no se ha ocupado el asiento a mi lado. Y temo lo peor.

Se sienta una chica, respiro tranquila. Va mejor vestida que yo. Mejor dicho, más pija que yo. Bueno, hoy me he vestido "para el médico", la idea es dar buena imagen y parecer sana. Hasta mi madre se ha sorprendido gratamente de lo perfectamente que iba. Es estrategia, son muchos años y hay que vender el producto. Hacia tiempo que no me ponía horquillas y pendientes más largos de lo normal. Tampoco había ganas de hacerlo. Es un disfraz, las ganas siguen sin aparecer. La pija que compite conmigo en serlo, se pone el MP3, alto..., a tope..., me llega la música, compartimos momento musical y olores. Creo que ella también se ha dado cuenta.

El hombre de la cerveza se levanta bruscamente como si se fuera a bajar. Deja debajo de su asiento su mochila verde. Se me pasa la idea de una bomba. Y me giro a ver donde va. Solo va a tirar la lata de cerveza a la papelera, está volviendo a su asiento. Estoy paranoica!. Algo sucedido muy grave en este recorrido no hace tanto. El miedo existe, pero desaparece enseguida de mi mente.

Cierro los ojos, podría soñar que estoy en una tasca, entre la cerveza y la música. El gallinero del fondo ameniza la fantasía. El olor a ajo la destruye en milésimas de segundos.

Quedan escasos minutos para poder respirar sin estrangular a los pulmones. Pero ahora solo pienso en concentrarme y mantener la serenidad, el día no ha empezado y queda lo peor…. Recorro rápidamente el pasillo para adelantarme a la muchedumbre, pero no sé por qué, giro la cabeza hacia atrás al bajarme del tren de los olores. El señor envuelto en aliento de alcohol, está ayudando a bajar a una señora mayor (como buen samaritano...). Me da un golpe el pecho. Me siento mal por juzgarle. No solo por pensar que es un borracho, si no por terrorista. Vaya!, un extraño ha dejado mal mi mente y la conciencias me pega un latigazo. Hoy es un día de esos, donde tengo cortas las ideas del mundo y los prejuicios ha viajado conmigo, y me han jugado una mala pasada…¿Ahora quien es la malolienta?...

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