El objetivo de la cámara

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martes, 12 de octubre de 2010

Segundos de error



Cabalga a golpes..., se acelera…, late..., late fuerte.., agoniza..., y rompe su caja gritando, no!!. El miedo podía con él, y su propio peso le hace agacharse temblando, no sabe lo que puede llegar a encontrar, aguanta la respiración..., y teme lo peor. Le ve tendido. Solo un instante se queda petrificado, gélido de terror, y su manos están heladas, más que el cuerpo que sujeta entre sus brazos. La sangre roja, está caliente y mana, encharcando la ropa y dejando la muerte de manta. Se queda allí tirado junto a su victima y el caos interior se produce bestialmente rasgando sus entrañas. Miedo..., dolor..., el infierno baja a sus ojos.


Un pequeño cuerpo rígido y sin ningún movimiento yace debajo del neumático. Se asoma un pequeño hilo de sangre de la boca..., le limpia con la manga de su camisa la cara, intentando buscar el milagro. Pero no, es demasiado tarde. La muerte se mete en su garganta y le devora a sacudidas. Con la cara descompuesta y con ganas de vomitar, se queda a su lado tumbado... La gente se arremolina. La muerte protagoniza el infierno de dos inocentes. Uno muerto, que va perdiendo la tibia calidez de la vida por momentos, y el otro en el mundo del espanto. “Le ha matado!", los gritos rompen el silencio. Y el silencio se adueña para siempre del cadáver. En un callejón en penumbra los faros, dan luz hacía el escenario dramático. No pudo ni darle un adiós, ni ver su último suspiro, ni pedirle perdón con la mirada...


Ni un mal pensamiento le indico nada, ni un presentimiento se cruzo por su mente. No manan de sus ojos lágrimas, se mueren antes de salir de ellos, están cristalizados, y rotos, y su mirada está hundida en el desconcierto. Agoniza por momentos y desea morirse…, no es capaz de levantar su cara, de mirar a la gente, sólo mira su desastre. Maldice todo, se maldice, sufre, araña el suelo, dejando parte de sus dedos en el duro asfalto. Cemento con mezcla de gris y roja muerte, dejando pintado el peor cuadro en el suelo.


Rompe a llorar..., a gritar..., a golpear con sus brazos el suelo. Es presa de la locura, es presa de la imagen de ese niño. Sus segundos han pasado a ser infinitos y han roto su vida y la ha girado hacia la amargura. Los gritos no cesan.., lagrimas..., "está muerto!"..., gritos a lo lejos... La palabra asesino matan sus oídos. El corazón del niño ya no late. Y el del joven murio con el suyo. Se despego de su cuerpo en el instante, que golpeo con su gran coche la débil vida. La sangre empapa al culpable, empapa al dolor, mancha la ropa de la virginal inocencia. Se pierde la mirada de él.


La mirada del mundo cambia, se aleja la suerte..., se funden en milésimas un ser, que ya no será tal cosa. Es presa de un instante llamado error, que volverá a vivir, en cada momento de su vida, machacando su conciencia. Le marcará su mente robándole su libertad. Tendrá que llevar el lastre de verse señalado con el dedo, del que pase a su lado...

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