La última canción

Ya no recuerdo como pide permiso el sonido de la lluvia al que habita en su hogar, no lo puedo recordar, por más que lo intento..., la veo fatigada a través del otro lado del cristal. Desmoralizado su deseo de caer con fuerza, se siente afligida en la ventana al aproximarse el nuevo otoño, las hojas caen de los árboles cansadas de mantener el equilibrio en la copa, y muestran su tono de languidez preocupante. La música se vuelve confusa y lenta en cada atardecer. Los crujidos de las puertas parecen dar un respiro por la noche y los días pasan, y ella se va durmiendo cada vez más. Quedando atrapada para siempre.

No hay nada, ni un antídoto que le vuelva a la vida para recobrar su sentido. Yace en el silencio el hilo musical. La voz de la mente será su última compañera de viaje, con un compás desacelerado su mirada recorre el horizonte... Intranquila ve su final tan cerca.

La llovía quiere hacerse notar, y araña el cristal, llora sobre él resvalando sus humedos besos, lo hace temblar, y comienza a desistir rindiendose al dolor. Las hojas en su intento de ser poseedoras de un poco de atención, vuelan entre las ramas y caen rendidas por el agotamiento, creando una alfombra de soledad sobre la carne de la tierra. A gritos la tierra gime enfadada, se muere!, la musica se muere de pena!, ella se quedará sóla, en silencio reprimiendo la rabia.

La música está triste, ya no suenan las notas en su orden. Las letras consuelan su lamento y cambian el ritmo. No lloréis!. Seguirá amando a cada una. Seguirá dando pasos de baile con nuestras vibraciones. La melodía está compungida, no sabe cuando la dejaran de lado.

Falta buscar el valor en los violines, la música se consume, como la vela de la vida. Falta atrapar la idea positiva, que de manera veloz se aleja agarrando con fuerza al atronador sentido ruinoso de la tragedia. Franquear la sonrisa y hacer que no sea terrorífico el silencio de las palomas al vuelo…. Las aves dejan de volar. No dejan escapar su canto. Ya no siguen a la primavera. Se quedan en un frío y lúgubre estado de silencio.

Los susurros que anidan en las conversaciones, se duermen para siempre en lo profundo de la nostalgia. Se apagan las luces del entendimiento, y se dejan llevar por el sedoso eco de los ruidos sin armonía, matan cruelmente a las sensaciones restantes. El chorro de la fuente se queda quieto, inmóvil. No sabe que responder ante lo que pasa a su alrededor. No lloréis!, si escuchais la última canción.

Trago saliva amarga al tararear un ritmo sin vida, y dejo que acaricie el gaznate, en búsqueda de un poco de humedad el pánico. Respiro lenta, dejando todo el aire en la habitación, sin tocar el vaivén de las cuerdas, que aun recuerdan como las rascaban, y nacían los poemas de la mano del viento. Los pulmones guardan las últimas partituras, y se torturan pensando que no habrá más.

La imaginación trovadora deja una larga lista de mensajes, para que no sufran, y sane lo que no sana el deseo de las baladas. Cada acorde despide su sitio. Deja escrito un poco de si.

No te mueras de pena cuando las canciones vistan de luto. Las risas dejaran de tararear los bailes serenos y locos. No te mueras de pena cuando no silbe el viento. Se cansa de vagar por las ruinas sin letrillas. Deja de volar olvidando coger las claves musicales. Los labios no empujan con el aliento cada instrumento. Ya no suena su voz... No saben salir. Sin que ella no llore, ya no sabe tocar el poeta sin son...

Nadie faltará en su despedida, se ensordece la vida..., se calla los ruidos..., se calla la calma... Vacían el mundo de sueños cantados, sentidos... El verso no es verso, se marcha sin rima, se parte en pedazos, y sin amigo que cante... No lloréis!, si escuchais la última canción.