El objetivo de la cámara

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domingo, 16 de mayo de 2010

Enamorada


Sigo sintiendo todavía en mi piel tu aroma, sigo calmando mi sed con tragos de recuerdos. Las líneas de mi mano han desdibujado cada recoveco de tu cuerpo, se castigan duramente, porque ya no pueden tenerte, quieren arrancarse las caricias encendidas que las donantes de tu piel, ya no pueden deslizarse por tu espalda varonil, fuerte, segura, convirtiéndola en un suave instrumento que toca una melodía de embrujo. Petrificadas ante su aislamiento, manos de soledad que no abrazan. Ásperas, sin vida, manos que lloran lagrimas y se cierran fuertemente quedando atrapado el rencor.

He dejado escapar a los revoloteadores de mi estomago, cerrando todos los recodos de las posibilidades de un nuevo intento por revivir un sin sentido de amar.

El viento sólo mueve las pavesas de nuestro fuego, cenizas que no calientan mi ser, fuego abrasador que encendía mi alma, fuego que descongelaba la escarcha del dolor por otros aromas ya olvidados. Los arañazos de mi piel no se han repuesto de tu falta de caricias, que me hacían vibrar por dentro. Ritmo cardiaco galopante de desenfreno, rugiendo un bombeo de excitación y deseo.

Me desorienta la ausencia de tu aliento en mi cuello, aliento calido, me penetraba por los poros, abrigando el sudor que envolvía el deseo y la pasión. Sudor que rociaba nuestros cuerpos, que explosionaban la sensualidad.

Cada rincón de mi cuerpo añora tristemente cada rincón del tuyo, como un puzzle encajábamos dando riendas a un baile de amantes, donde la lujuria nos llevaba a un efluvio de pensamientos hermosos. La noche nos acogían encubriendo nuestro pecado, nuestros más instintos deseos. Torrente de deseos por saborear cada escondrijo de tu cuerpo.

Mi garganta quemaba por tus besos, por tus caricias.., tus palabras cargadas de erotismo de sicalipsis, rociabas lava ardiente en mi piel, tatuando un graffiti de seducción. Mi boca buscaba la tuya para envenenase con tu lascivia, que me llevabas a suaves alaridos de locura. Tus visitas por los caminos prohibidos, iban deshaciendo los lazos de mi pudor, de mis miedos, convenciendo a mis piernas para abrazar tu cintura esperando el cristalino manantial que hierve por dentro y da paso al dolor, al placer, a la carnalidad.

Cierro los ojos, me pierdo en cada amanecer de tu cuerpo, cada movimiento me hace estremecerme, llevándome más allá del éxtasis, canalizo todos mis sentidos dejándolos atrapados en tu pecho, que juega a seducir mis dunas, en un desierto que te has ha atrevido a cruzar, y las invitas a un sin fin de locuras. Espejismo de la calma, del la impudicia, sólo buscamos saborear lo más primitivo de nuestras almas.

Aturdidos en un mundo de lujuria, nos envuelven una fina sabana enredada entre nuestros cuerpos desnudos, testigo de nuestra pasión. Paraíso recorrido por un sendero de calor corporal, oasis moldeado por una pareja que da rienda a unos instintos más allá del placer.

Amor, amor, amor… la comisura de mis labios no deja de pronunciar tu nombre, en un silencio ardiente….

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