El objetivo de la cámara

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lunes, 7 de marzo de 2011

Soplando al viento


Hoy ha vuelto el viento cargado de bocetos. Hasta que no lo notas, no te das cuenta que estaba ausente de trazos la noche y el día. Con su llegada ha pintando la piel con un óleo diferente. Dejo pasar suavemente por los dientes su nombre y da pinceladas a la sonrisa en la boca. He notado su ausencia en la llamada soledad, que acompaña en tantas ocasiones a la melancólica bocanada de la luna.


¿Donde habrá estado?. Me sentía sola, casi única en el mundo inventado. Nadie movía mi vida imaginaria. No podía palpar sueños robados, ni silbar a la luna un piropo en lo alto. El viento la aúlla en cada aparición en escena y ella le ha echado de menos tanto como yo. La busca por la noche, aunque yo sé que por el día también piensa en ella y yo en ambos. Sigue igual de fuerte, de triste y de racheado. Es lo que he añorado su vaivén loco y mis locas sacudidas hacia él. Regresa sin decir nada, ni explica donde ha fijado su estancia. Ayer soltaba de mis pulmones la ilusión escondida al cielo provocando su regreso, porque sabía que estaba cerca, y no quería que se distrajera con nada.


Me he sentido tentada de hacerme la indiferente ante su llegada. Pero no quiero que pase de largo y no me hable. Viene de lejos y tardará en adueñarse de mi mundo.


Mañana sabré más y pasado más y sentiré su calor. Aunque a veces parece helado. Difuso y tan rápido. Me gustaría guardar un poco de su melancolía en la mano y calentar su frío mundo. Me gustaría trepar hasta donde inicia su partida y regresar con él, sabiendo calmar su llanto. Es tan difícil llegar a cambiarlo, él me cambia la luz del universo al sentir su aleteo cerca. La luna se fracturo en mil pedazos al marcharse y el sol se desplazo dejando paso a la luz cegada de mis ojos en búsqueda de unirlos. Que callado quedo todo, que silencio.


Su silbido en lo alto me hacia estremecer. No sabía como calmar las noches de insomnio que me golpeaban en la nuca. Ni al día, golpenado en la garganta sediento de su sabor a libertad. Cuantas veces he abierto la ventana para mirar el cielo estrellado de mi alma. Por si alguna lo llamaba con sus brillos. Cuantas veces he deseado poder mirar a la noche con telepatía y atraer su imagen y acallar la ausencia de las pequeñas emociones que acogen mi lado triste y mi lado risueño.


Él ha regresado para quedarse, para darme un poco de su frescor, para ser mi secreto. Para empapelar y cubrir llenando de fantasías los sueños, aun no soñados. Y para volverse invisible y desaparecer si se acerca la cordura a mi mente. Dejándome con la curiosidad sujeta de un hilo fino, que me tienta a quererle dar la brisa que nace de mís labios. Sigo soplando con todas mis ganas, para llamar su atención, para calmar el dolor de sus heridas, para alzarnos al vuelo.

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