El objetivo de la cámara

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sábado, 5 de marzo de 2011

Rastros



Ya no me hago preguntas. Ni si quiera deseo hacerlas. He vivido está vida robando días al tiempo. Antes alcanzaba todo, incluso la muerte de cada segundo. Ahora me faltan ganas de saber como se mueren. Esta fase es más bien el tonelaje que necesitaba mi vida para compensar ese estado de intensidad en que me movía. Y me siento en estado de pereza constante. Más bien ya no vivo en mi cuerpo, está desalojado de muchas cosas. Trabajo, pero sin dejarme la ilusión en cada tecleado de mis dedos. Hablo sin dejar escapar más de los justo. Me dedico a nada. Porque el nada vive en mí. Es curioso como se puede vivir una vida con intensidad y una vida nueva con parsimonia ante todo.


Dejemos que se pase y vuelva a ser un poco de aquello que no me gustaba, pero me hacia ser diferente. Ahora no siento las cosas. Es como si estuviera en la fase de lamerme las heridas después de una larga guerra, donde me siento perdedora de mis emociones y donde cada sueño agoniza en la alcantarrilla. Incluso he dejado de pensar en el futuro, es como si fuera a darme plantón…


Lo mejor de todo es que la tristeza se aburre de mi compañía y se va rápidamente de mí lado. ¿Que fueron de los días en que podía salir a comerme el mundo y era tan dulce su sabor?. Sé que hay mundo todavía de ese para seguir disfrutando. Pero no es algo que me preocupa. Escribo esto sin sentir ni lastima de no desear atrapar una estrella con la mano, porque ya no creo en ellas. Ya no creo en nada, ni en nadie.


Creo que me he convertido en figurante de muchas actuaciones. Y ahora soy atrezo de cada escena de la que vivo. Repasando la ciénaga de mi mente, me doy cuenta que ha pasado tantas cosas y me han dejado cicatrices. Traumatizada ha quedado mi parte más vulnerable... Que se le va a hacer.


Esté es el infierno del que tanto hablan, aunque algunos piensen que tienes que pasar a peor vida para sentirlo. ¿La muerte será ese cielo tan buscado, la paz, el descanso de todo?. No me perturba ni donde está el cielo, ni donde queda el infierno. Vivimos a la pata coja y salimos hacia delante como podemos. Si, a la pata coja. Sería más fácil ser ave y volar a la pata coja..., que cansado es vivir y cuanto cuesta llegar a un sitio, alcanzar un deseo de esos que se han materializado mil veces en la mente. Y nunca se consigue, terminas por perder el deseo de cumplirlo.


No me apetece ni colorear la palidez de mi submundo. Ahí arriba debe ser todo de color de rosa. No me gusta el rosa es cursi y blando. Me gusta estar aquí abajo, donde el cielo esta más lejos y el olor de la tierra me envuelve cuando me tumbo sobre ella, para ser parte de la madre naturaleza. Antes la rabia, la sobervia, el dolor..., me hacian levantarme una y otra vez del suelo. Se está bien en el suelo. Sólo me queda esperar a ver que pasa. Es lo que hago, esperar a que tenga importancia algo. Pero sin dramas de todo esto, porque ahora estoy mejor que los ultimos 8 años.



Hay cosas que no entiendo de la vida. Ni si quiera sé si quiero entenderlas. La verdad es que no me deja preocupada el hecho de que no me interesen. Pienso que el día que llegue a entenderlas dejaré de dudar de las cosas y me quedaré con la idea ya masticada por otros. Sin posibilidad de ver más allá.

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