El objetivo de la cámara

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viernes, 18 de marzo de 2011

Hecho está



Semana de lucha. Que pena no poder pagar vacaciones a la agónica enfermedad que machaca lentamente al cuerpo y me va dando fuertes sacudidas... Y nunca mejor dicho lo de lucha, que puñetero dolor me ha estado atizando en el pecho. Creo que se atrincheraban los pulmones y escupían balas de fuego en todas las direcciones. Sigo hoy viernes con la guerra. A este paso alguna bala llegará al corazón. El lunes pensé que me habían herido solo un poco. Pero no, estaba totalmente tocada y me despellejaba el malestar y las balas se retorcían en la cavidad torácica. Y el tiempo corría en mi contra y mi mente pensaba en sacar bandera y rendirse ante el enemigo. Jodida semana me esperaba así!!. Estaba iniciando un catarrazo brutal y tenía que seguir dando pasos sin pararme ni a curarme la espesa nube que cubría mis ojos. Solté lágrimas y suspiros de no saber salir de allí casi cada segundo de cada segundo...


No dejaba de clavar mis pies en un logo de trampas que me esclavizaban en cada nuevo problema que surgía, pero seguía hacia delante. Me veía siendo un camicace y dándolo todo para sacar las fuerzas, aunque la muerte me acariciaba el pelo mientras me tambaleaba de mi cuerpo. En varias ocasiones el mundo me vio girar, y el mundo giro a mí alrededor con un mareante movimiento de descontrol de la vista y de la vida. Pero ni mi vista, ni el mundo va a decirme donde estar!. Era una lucha entre mi cuerpo y mi orgullo, ambos moribundos. Que putada ser imperfecta, responsable, gilipollas... Y muchas cosas más!. Tampoco podía dejar de seguir, estaba haciendo lo que tenia que hacer y lo que mejor sabía hacer. Tocaba poner en su lugar todo y sacar la raza. Eso pasa cuando no sabes perder, ni piensas en dejar de estar al pie del cañón, aunque todas las balas se dirijan hacia lo más crucial de la razón.


En casa mentía y apoyaba el dolor en el cojín escudando mí pecho herido. Lo elegí a él por su calor y silencio. El sueño me liberaba de la sensación que me perturba durante el día. Y se despiertanban en cada sueño las ganas de matar a la mala de la película. El auto suicidio de personalidad crecia dentro de mí. Las quejas salían entre sueños. Que chivata es la noche!! sacaba lo que me pasaba y airearba algo que se escondía. Ya ni en ella puedo confiar. Dolor, dolor, dolor, muerte de mi personalidad, muerte de la fuerza, muerte de las ganas de seguir y dolor…


Me ahogaba el pecho tanto que me asfixiaba. Creo que el martes víspera del día clave. La cama se convirtió en mi lecho de muerte. Sentía frío, sudor y pocas ganas de salir de mi piel la energía. La madera acolchonaba mi carne derrotada. Se apagaba todo. Necesita agarrarme a algo, sentir fuerza. Como animal herido caí en un profunda incrucijada de seguir o no seguir en mí cama. Necesita salir, estar bien. Poder estar de pie, y tener el suficiente coraje para arreglarme y dar mi mejor cara y sonrisa. El día me estaba esperando. Y yo iba a llegar tarde por primera vez a una gran cita.


Todo estaba preparado. Menos yo. Corría mi mente, mis ganas se palpaban. La fuerza aparecía y robaba la energía de lo más hondo de cada cavidad. La lengua se acomodaba repasando el baile de palabras más dulces que tenía guardas. La ropa, mi rostro, mi forma de ser, se ponían a mi lado para darme su apoyo. Sin fuerzas, sin ganas, y por primera vez sin gota de miedo. Fui la de siempre...

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