El objetivo de la cámara

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domingo, 13 de marzo de 2011

Incubando de todo



Chispean gotas de nostalgia aún por la espalda. El dolor trepa arrinconado en el norte donde cada vez siento más que es mi tierra. Esto me pasa cuando no me encuentro al 100 x 100. A golpes pide salir el sol en las colinas de la soledad, y el aire quiere atravesar todo para mirar y dejar una sonrisa apagada de fuerza. Es todo como ayer, pero sin serlo. Mañana es un día lejos, pero viene hacia mí pidiendo los recuerdos de hoy. No tengo ninguno ahora mismo, y no creo que pueda cumplir con la media diaria de poder crearlos, ni creo que sepan crearse sin guía.


El día está pendiente de otras cosas y la gente se ha vuelto de espaldas para terminar cosas inacabadas. Sigo sintiendo el tiempo en mi piel. Alojada sigue la tempestad de sensaciones que arrasan lo de antes, ahora y lo que pasará de aquí a un tiempo. Aunque a veces consigo burlarme de ellas. Frío y calor me han seducido estos días... Si, sin ser consciente he caído en sus garras. Los pies están sumergidos en un mundo de témpano y cada dedo se ha convertido en un carámbano con uñas que no se mueven. Y mi frente es un volcán con ganas de sacar la lengua y quemar todo a su paso. Estoy a dos temperaturas y el termómetro imaginario me ha dado fuera de cobertura, es demasiado cambio para él. En la cabeza vive el infierno y en las extremidades inferiores sostengo un gélido cielo cubierto de nieve. Espero que no sea la descongelación de los glaciales de mi alma. ¿Se sentirá así el mundo?. Si hablara se moriría de todo lo que nos tiene que decir. Yo en su lugar no pararía de contar los vaivenes que me produce tanto cambio. Incluso podría aullar el dolor muy alto, para dejar volar lo que nunca se ha dicho. Tengo pocas ganas de hablar y menos de aullar.


La lengua está seca, sin certeza de saber si está en su casa o en algun otro lugar de visita. Está muy incomoda dentro de mi y oye a las cuerdas gemir su dolor. La preocupa el mañana, las necesita y no están bien. El mar de mi saliva deja crucificado cada tragar en la garganta. Esta irritada. Me esta destrozando con su tsunami la campanilla. Pienso en sacudirla con tragos de té hirviendo…


La voz ha perdido volumen y la cuesta salir a flote de tanto pinchazo, es joven y debe seguir, aunque la moleste pronunciar las palabras. Más duro es el silencio obligado e injusto del día a día... La nariz me ha dejado la mitad del día tranquila, pero no lo que quedaba del resto. Moquea y me resulta difícil respirar. Pienso en el oxigeno, en su frescor y en su pureza. La sensación de atrapar lo limpio y perfecto del aire me autocastiga la mente. No es tan grave no respirar bien, solo es incomodo no llevar un ritmo al compás. La boca ayuda a la nariz a no sentir esa ausencia de aire, el pecho se ha convertido en un claustro de las debilidades. La tos se esconde y empuja el pecho. Llevo toda la mañana con dolor en el pecho. Los estornudos salen corriendo con fuerza y dan su toque de gracia en todo esto, siempre hay que reirse de algo. Son los primos graciosos del catarro, con su achis!.


La cara esta en su peor momento, muestra una palidez que se ha dueñado de mi belleza, y con esto consigue que no me mire otra vez en el espejo. Va a ser que si que te has pillado justo en el peor momento don malestar... Ha sido un día de los de antes y con toques de los de ahora. Además con un trancazo que va cogiendo fuerza segun pasan las horas. Más vale que mañana solo sea un día más, sin toques de nada. Y esto se pase con cuatro estornudos.



...

“Ven y siéntate a mi lado, antes que se acabe esto. Pero muy cerca y deja que ambos cuerpos se contrapesen y encuentren un equilibrio frío-calor”. Le digo a mi sombra que no la veía desde hace un rato. Que suerte ella, no sabe de lo que hablo.

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