El objetivo de la cámara

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martes, 21 de junio de 2011

Fragilidad


¿Voy o vengo?, lo que sé es estoy en un tren de tercera clase, sucio y de los que se pueden hacer pocos amigos. Está casi vacío y repleto de historias muertas, aun respiran algunas, pero van agonizando lentamente junto a ese vaivén... Y el cristal se apodera de mi imagen y cubre su espalda con la caída de la negra soledad. Cristal y reflejo hacen el amor delante de todos y no aparto los ojos, me sacia ver aquello y me quedo envuelta en ese ambiente. Y necesito acercar la boca a la vidriera arañada, solo necesito notar su temperatura e introducirme en el otro lado.

El cristal me devuelve el beso con sacudidas suaves al principio y una fuerte que hace que mi labio sangre al pillarse entre los dientes. El cristal queda manchado de carmin y sangre, con forma de beso herido. Me tiene atrapada y no aparto la mirada en su negrura y mi reflejo sigue luchando por ser único en todo esto, estoy ahí sujeta en un espacio que no puedo atravesar, pero vivo entre un lado y el otro mientras dure este recorrido. Le toco con la mano y siento como me toca usando mi reflejo, está más calido y no puedo evitar acariciarlo con la yema de los dedos, que son igual a los míos. El cristal despeja con su misterio las miradas del resto, dejándome a solas entre su profundo tono y mi profunda curiosidad. La luz se apaga y noto que la piel se cristaliza, quedando sin cuerpo, y metida en todo aquello, todos miran y buscan en mi piel sus reflejos.


Mi piel estalla, es espejo mandando sus caras y sus ojos observando de un lado para otro. Me siento sujeta a cada uno, siendo parte de una imagen fiel y reinventada de cada uno. Noto como usan mi cuerpo de reflejos para llegar donde sus ojos no pueden. El cristal sacia su curiosidad y yo me convierto en luz de su mirada, el espejo de la noche reparte las luces y las sombras a través de la piel. Se agita todo en un acto de atracción fatal y seducción. La gente apoya su rostro y noto su calor carnal, desato en su sien el ritmo y la carga emotiva que me dicta su manera de mirarme. Las ciudades pasan veloces sin un saludo de ningún tipo. Estan repletas de movimiento horizontal y de estrellas fugaces, por lo menos lo parecen desde aqui. La claridad vuelve y quedo envuelta en soledad. Busco repuesta en el cristal, que sé que trama algo. Lo toco, estoy confundida. Regresa el sonido y la voz de la gente, aunque todo sigue igual de tentador.


Nada parece de verdad, y me quedo mirando mi imagen en el cristal, que en ese mismo instante me da la espalda al llegar a su destino.

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