El objetivo de la cámara

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domingo, 9 de enero de 2011

Pasos perdidos



Sale de casa como si fuera la primera vez que lo hace, y no se explica donde le lleva el fuerte impulso que le azota en la espalda. Sólo sabe que tiene que andar y deprisa. Antes sus latidos tenían nombre. Pero ahora solo es un silencio onomatopéyico en su pecho. Deja resonar en ambos oídos a su corazón según camina. Pasa el parque y no se fija en nada, ni en nadie. Sabe que sino se detiene ni siquiera a sacar brillo con sus ojos a lo bello que lo envuelve todo, llegará a donde va. Carga con su rostro lleno de ojeras y demasiado pasado de todo. Sus ojos melancólicos se han hecho un hueco en su cara y viven de ocupas desde hace varios años. Pasa rápido por las calles paralelas donde antes se paraba a contar los pasos y en esta ocasión no se deja llevar por ninguno de sus juegos por el camino.


Está diferente y sus labios aprietan hacia dentro cualquier palabra. La respiración solo encuentra un camino de salida por cada orificio de su nariz borrando los obstáculos. No encuentra motivo para pensar y sigue. No se mira ni así mismo. Su mirada se pasea con el pasado y vive el final de su camino a tope. Se deja llevar por la pasión de conseguir lo que busca y lucha contra el viento. Es fuerte, pero su tozudez lo es aun más. No se va a dar por vencido por algo que no ve, auque agite su cuerpo hacia atrás. Es como si estuviera en contra de que cumpliera su destino. Es un impulso que nace de un momento de locura, que vive en él... No queda lejos y sigue, sus pasos se aceleran tentando a las baldosas rotas y a las piedras. No le importa tropezar y perder el equilibrio. No piensa y sigue, porque no es guía de su cuerpo, actúa por instinto. No sigue otras huellas, ni sus pies dejan unas nuevas. Solo camina. Podría haber cogido el coche, pero no seria igual, es él quien tiene que llegar.


Levanta los ojos y se encuentra enfrente de las escaleras de su casa. Se siente ridículo del camino trazado y se sienta en el suelo. Ha vuelto al mismo sito del que empezó y no ha visto nada nuevo en su camino. Está confuso y pierde fuerza su rostro y nacen varias gotas en sus ojos. Se queda allí sentado arropado con el frío y en un estado de lagrimeo imparable. Mientras le observa la calle de colores invisibles.

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