El objetivo de la cámara

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martes, 18 de enero de 2011

4 acordes



No puede decir que no y es invitada a salir de dentro una fuerte canción de las de antes. Y como siempre me dejo llevar por la música. Sigo chapada a la antigua. El silencio busca el eco y la razón se envuelve en la sala llena de muebles de atenta mirada. Todo está quieto. Quedo sola y se dan protagonismo a mis tímidos pasos. El ánimo se arriesga a querer más. Diría que no hay luz, ni estrellas, pero quema las ganas de sentir, de decir y de pronunciar junto a cada reflejo que nace en mi mente, tu nombre desdoblando cada olor y cada sabor del último beso, en cada giro.


Es más fácil sonreír que explicar por qué se esta triste. Y mejor es soltar dulces palabras que no dejar que se poseen en cada mejilla los cristales de un cuento sin final. Tapo el cuerpo con los brazos imaginando que sigues pegado a mi. Tu aroma refuerza mi delirio acompañada con los acordes de la música. Dejo que la melodía penetre en cada poro de la piel, limpiando la ceniza del fuego que se ha ido apagando. Es mejor bailar con giros lentos y esperar a que se descuide la noche. En otras ocasiones está, se ha llevado los rastros de inquietud de los amaneceres cogidos de la mano, que aún vagan con la luz de las luciérnagas. Sin verte, te veo, sin tocarte siento el contacto con la piel. Estas cerca, pero no lo suficiente.


Estas pensando en que se yo. Y yo pensando en bailar pegada a ti. Sueño de 4 acordes que se rompen con el silencio y dejan al soñador con amarga pesadilla. Donde un baile no es completo, sino gira el cuerpo con la música y los bailarines se reencuentran en el centro uniendo sus almas y dejando celosa a la melodía.

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