Estoy recostada en una silla incomoda de plástico duro en primera fila de una sala de espera. No es un hospital. Ni tanpoco parece un sitio de ocio. Lo primero que surge en mi cuerpo es una ligera sensación de inquietud que va cogiendo fuerza. Se va llenando todo el espacio de retraso. y este es acompañado de alteración. Palpo con los ojos a la gente y aparece ella corriendo con sus carpetas debajo del brazo. Se mete en el despacho muy rápida. Casi atropella con su cuerpo a una niña de unos 7 años. Es rubia y de ojos azul, se balance con sus pies sin levantar casi la vista. Esta triste y al mirarla me contagio de su melancolía. Algo me dice que no esta bien que necesita un beso, un abrazo...
De repente a mi lado izquierdo aparece un señor de avanzada edad que sostiene una mirada perdida y me asusta tenerlo cerca. La niña al verlo se echa a llorar y se abalanza a sus brazos llamándole abuelo. No es su abuelo, pero él continua en un papel que no es el suyo. Ambos se sienten bien, y me tranquiliza. Se rompe la imagen y de repente la habitación se vuelve de cristal y no puedo observar nada. Los cristales son opacos. Me frustra no saber que hay detrás...
Siento calor. Y fatiga, es incomodo y me agobia la sensación. Echo de menos la luz y doy los pasos en sentido contrario, hasta que me choco contra un muro de hormigón, donde me doy un cabezazo fuerte. Pierdo la conciencia. Al despertar tengo mucha gente alrededor. Nadie conocida. Nadie que sepa quien soy. El dolor ha desaparecido, pero me encuentro en lugar lleno de gente extraña y sola. Ahora siento desconfianza y me persigue hasta que me despierto. Demasiadas sensaciones en un rato, tengo resaca de emociones y me quedo meditando.
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