El objetivo de la cámara

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martes, 16 de noviembre de 2010

La suerte estaba echada


Me acuesto con todo planificado, hasta donde va a salir cada una de las estrellas. La noche es corta y no sabe esperar a que pueda buscar el sueño que relaje mis ojos. Casi sin darme cuenta, puede saber con un simple pensamiento del más acá ó del más allá algo, que me dejo poseedora del guión de un día que nunca me hubiera gustado protagonizar. Aquí estaba, quieta ante dicho pensamiento sujeto con fuerza. Que vino hacia mí sin pedir permiso. Y le abrí la puerta, también es verdad que buscan cobijo en alguien que les dedique un instante. Aunque ahora recuerdo que en mi puerta puse no quiero saber más.


Me siento victima cuando atraigo esto, pero mí loco pensamiento, golpeaba dañando la cordura. Lo quise dejar en casa. Si, me empapaba la locura, porque esto es una locura, lo que puede pasar por la mente y dejar marcado una idea trasformada en futura realidad maldita. La sensación quedo colgada como si no hubiera pasado, lo preferí. Pero nunca he sabido como se puede tener las guías del tiempo con tanto tiempo, para saber que esto iba a pasar. Solo me falto saber quien era la verdadera victima. Pensé que yo, a lo mejor lo deseaba. Aunque no lo sentí dentro como una hecatombe de mi alma, pero lo sentí de alguien cercano. De esas veces que reconoces la sensación, pero asociada a algo malo. Y acerté de pleno. En está ocasión no me asuste del acierto. Me ha dejado en un estado de bloqueo paralizante.


Tuve nuevamente buen tino para adivinar lo malo. Paso lo que tenia que pasar, y nada lo evito. Luego, siempre mi alma se queja, porque no le hago caso, no quiero saber, o si, pero no de esta manera, no asociado al dolor. Estoy triste, dolorida y con un espesor raro en el corazón. No sé por qué sucede, y sé que hay algo que lo atrae, los designios del universo, la energía, o para lo más escépticos la casualidad, te ponen en la manos el conocimiento de un mañana con drama. En el momento en que me puse por la noche a decorar el cielo, ojalá hubiera pedido a una de las estrellas negociar. Pero ya era de día y la suerte estaba echada.

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