El objetivo de la cámara

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martes, 9 de noviembre de 2010

Al este


No hay lugar al este sin que venga el viento y pregunte por la ciudad de las sonrisas. En la desbandada de hojas y papeles se siente el aroma de los paseos, mezclándose entre las calles los sabores amargos y dulces de la vida. Lo rancio, se desecha y no hay cabida a que entre en cada esquina, el fruncir de los ceños solitarios. La oscuridad antes de encender las luces despierta con un suave ronroneo a las calles.


Los bostezos dan su tono de color y las palomas vuelan lanzándose con fuerza desde los balcones, y comienzan pintando el aire de color de paz y llenando de oportunidades a la dormida urbe. La impaciente y joven ilusión acomoda todo en su lugar, para que luzca con fuerza el levante. Los bancos fríos alcanzan un poco al sol robando su manta de hilo dorado, para calentar a la suerte. Se cargan las nubes de agua recogida de las lágrimas del vicio y del drama. y huyen escondiéndose en el alcantarillado del firmamento, cuando su peso es inaguantable desde lo más alto de la paciencia.


Me encontraré con ellos al este del edén. Cada corazonada se da sin preguntar nada a cambio. Cada latir de la profunda amargura se olvida en la fosa de los acontecimientos. Hoy los buenos amigos bañan el alma de los gestos malos, que con su suciedad estropeaban este lado de sentimientos buenos. El bosque, lo verde y frondoso florecen buscando la razón de la vida, las ilusiones marchitas, la tibias palabras y los perdones que se esconden detrás de las sombras. Aparecen para quedarse con la realidad de cada día. Camino despacio por la calle y siento que me encuentro al este de mis problemas. Las flores alzan sus pétalos abrazando a las débiles motas de polvo que sobrevuelan en busca de un rincón para disfrutar en calma y de la belleza. La gente, el volumen de sonidos, la alzada de cada estatua de un mimo en el parque llenan de carcajadas el color gris del pavimento.


Hoy hay que reír, hoy no se sueña con monstruos. Hoy dejo empujar la parte cómica para que salga a escena y dar a la brisa el toque que la falta. En la ciudad de la alegría no existen las malas caras. Se es feliz, porque es la única prioridad. En este lado está la gente que no llora. Es el sitio más adecuado para reirse de la vida y de uno mismo. Se corre para tocar a la tierra mojada en primavera. Se corre para que los carámbanos del miedo se deshielen de los tejados. Aquí viven los mejores, no hay nadie por encima ni por debajo, ni diferentes raseros...


La sonrisa es la ley y la carta de presentación. Te puedes encontrar en cada rincón a los finales felices y a las versiones que nunca se contaron de los malos, para defender su inocencia. Aquí, se ve el lado positivo de la tristeza. Surge ser uno mismo y cada sonrisa enciende el apagón, que sufrió los sentimientos en el otro lado.

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