¿Te amo y me odio por amarte?

Casi un año que no estábamos solos en casa, se dice pronto un año, pero es mucho tiempo, demasiado entre dos personas que se amaban, que no respiraban el uno sin el otro, donde las dudas se cobijaban y las discusiones animaban con sabor de reconciliación el ambiente, sabor agradable que intensificaba, un poco más si se puede la pasión por no dejar de vernos y amarnos, pasara lo que pasara.

Cuando surgió la intención de estar solos otra vez, me sentía fuerte, y con las ideas claras de poder entrar y tener la tranquilidad de mi lado, supongo que el cansancio, me hacia sentir cualquier emoción, fuera buena o mala, debilitada, cargaba con la idea de ser poseedora del control de ti y de la casa. Incluso era un reto entrar y verme allí en el lugar, más tuyo, que convertiste en nuestro, donde se siente el aroma de tu piel, el calor y el frío de los días, donde se siente el silencio y el estruendo de cada acierto y cada error.

Volver a sentir el latir de la casa junto a nosotros, mi mente no dejo cabida al titubeo de hacerlo sin preocuparme nada, La casa nos ha visto en el mejor y peor momento de lo nuestro. La primera vez, entre con miedo, temblaba, tenia un revoltijo de emociones y muchas ganas de estar contigo, de poder demostrarte lo ilógico del amor, que nadie se ha atrevido a definir, porque dejar de amar no se puede.

Las complicaciones llegaron solas, una y muy fuerte, nos desvío hacia la deriva y frustro nuestros sueños. La ingenuidad, la estupidez, y la inseguridad, me hundieron en las mazmorras de la tristeza, donde paseaban las ideas más atroces, los celos hacían que el dolor sangrara, y me falto el alivio de los razonamientos de palabras y hechos claros y contundentes. Sentí la decepción en mi garganta asfixiante, sentí la muerte de mis emociones, la soledad cargada de muchos reproches...

Agarrada al odio, proseguí un camino de autodecepción y aislamiento que maltrataba mis ánimos, rompiendo la esperanza de amar a nadie. El olvido era la vía de escape a la locura que estaba viviendo. Siguieron viniendo otras complicaciones que hicieron que no levantara el alma del suelo y el cuerpo de la tumba.

Surgieron tantas cosas malas, y estaba sola, las afronte sola, sin que estuviera al lado el que pensé que era el amor de mi vida...

Esperaba tanto de ti, tantas promesas, tanta seguridad, tanta necesidad de tenerte cerca para poder llorar en tu hombro. Tuve que acostúmbrame a tragar las lágrimas y a sentir de compañero al odio, me mataba odiarte, porque sabía lo que te había querido, creí que el futuro lo tenía sujeto en mis manos, hasta que me lo arrebatarón.

La última vez abandone tu piso llorando, destrozada sin poder mirarte a los ojos, me dabas asco...

Llevo un año en una lucha de emociones, pérdidas las ganas de vivir, de sentir, me he rendido hasta con mis propios golpes, para buscar el KO y dejar perdido el apego hacia ti. Ya no te odio, odio lo que siento, odio el dolor sufrido, odio no poder deshacerme de los lastres negativos. La sombra de lo sucedido siempre estará ahí, entre los dos. Como cruel fantasma que entorpece la perfección.

A pocos metros de la puerta mi instinto me decía tronando en la mente, que no era buena idea de entrar nuevamente en la casa. Estaba tan silenciosa, cargada de luz y de una sensación de recobrar la mágica de antaño. Después de todo lo sucedido, las dudas chillaban, que era un error revivir las emociones y poner a prueba lo más sensible de mi alma. Los cimientos de fortaleza se estaban cayendo, la piel se me puso de gallina, intente ignorar todo y mantener la calma, la calma la deje fuera, ó me dejo ella a mi. Al estar dentro, vi nuestra foto donde siempre, todo estaba igual, como si hubiera dado un paso en el tiempo hacia el pasado, me entro frío y tristeza, tuve miedo, mucho miedo... Cogerme de la mano no facilito las cosas, mis ojos abandonaron su dureza y empecé a llorar, mis piernas cansadas empezaron a flojear, necesitaban sentarse. Mi rostro desbocado de necesidad de echar fuera el dolor y el llanto. Rompí a llorar... y mucho...

Tus brazos intensificaban mi aflicción, dejándome presa en una protección con deseo de no dejarla de sentir. Estaba rabiosa del daño, estaba rabiosa de seguir queriéndote, estaba rabiosa de no haberte vomitado tanto reproche antes. Mi cara empapada por el llanto buscaba apoyarse en tu hombre, buscaba esconderme de la mirada de tus ojos… Nuestras lagrimas se juntaron al pegar mejillas contra mejilla, no dejabas de decir “lo siento, lo siento”… y mis palabras ahogadas, por la proximidad de nuestros labios, besabas mis lagrimas..., la intensidad de nuestra unión eclipsaba hasta la luz, se frenaba la respiración, el silencio mandaba callar al llanto, nos dejaban el ambiente para nosotros, para encontrar la dulzura de un perdón, para florecer el dolor y ser curado, para no reprimir la espiral de sensaciones que nos rodeaban... Los brazos, los besos, las frases llenas de ternura, consuelan al llanto, provocan que reaparezca la debilitada ilusión de seguir soñando juntos, la sensación de dejarme querer, y la necesidad de darnos amor por unos minutos toma protagonismo, el destino nos ha preparado el momento exclusivamente para nosotros, saltan emocionados los deseos de dejarnos perder… Me asusta el dolor que me has hecho, y como ahora calla dejándome decidir en una encrucijada del destino, no sé si espera a que suceda algo?. Me volveré autista al derrotismo, si las dudas brotan machacando la sensación de seguir dándole lo que me apetece.., es mi amistad disfrazada de algo más?. El tiempo lo dirá...Ahora busco reconciliar el pasado con el presente y equilibrar las sensaciones que surjan por el camino...