Las mariposas en el estomago se dejanban llevar y perdían el rumbo soñando esos sueños. Queriendo vivirlos. Celosa de ellos. Muriendo con ellos. Noche a noche sentada en la espesa oscuridad, brotanban un poco las flores de un jardín sin belleza. Pálido y con aroma a tristeza y lleno de decepciones. Cada sentir del aliento de tú boca me atrapaba, envolviendo todo y desfigurando el mundo.
Reviviendo la emoción de creer lo que soy, para cerrar la oscuridad para siempre. Dando pasos hacia la luz, a tú claridad, para juntar el reflejo de nuestras almas. Circunstancias de la vida salían a nuestro encuentro llevándonos hacia caminos opuestos. Invirtiendo a la suerte. Dejándonos nuevamente tintados de soledad y opacos. Abrazabamos con nuestros cuerpos desnudos a la luna redonda hasta dormirla, para salir a buscarnos cada noche, retando a todo. Imparables, sediento el uno del otro. Para dejar su belleza blanca oculta tras cada parpadeo del olvido. Y ella fue reduciendo sus formas hasta dejar las nuestras unidas. Volviéndolas noche, día, pecado, perdón...
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