El objetivo de la cámara

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sábado, 12 de febrero de 2011

¡Mea culpa!



Nadie es perfecto, los errores se cometen todos los días. Algo malo, un tras pies... llámese como quiera, te puede dejar en un antes y un después de un camino muy distinto. De la recta se pasa a la curva y de un suelo firme a un suelo que deseamos que nos trague. No debemos caer en el error de pensar que lo que se ha hecho es un fallo innato de la persona. Y martirizar a corto, medio y largo plazo ese recuerdo que acompaña a la maldita memoria en la mente.


La palabra culpa no esconde nada más que un hecho que paso y por circunstancias no debería haber pasado nunca. Declaro el “Mea culpa” en silencio y por escrito pidiendo perdón a quien hice daño de alguna manera y no supe decírselo a tiempo. Y a quien se lo dije, solo me queda dejarle un poco de mi alma, y cada sentimiento bueno que quede dentro de mi ser, para resucitar algo que transita dentro de manera cadavérica.

La imperfección a veces toca mi complejo mundo y cada decisión pesa en los hombros, dando pasos a veces desafortunados y donde no solo se hiere a alguien. Un poco de ti muere para siempre cuando se quiere a esa persona. El silencio se volvió un aliado y un castigo.

Al mirar el espejo los ojos pierden brillo, apagándose la inocencia... Ojos que han encontrado su refugio en el suelo, asustados. Tristes. En ellos se asoma el remordimiento dejándoles cegados. Queda en primer plano la desconfianza, la duda, el enfado, lo canallesco de la acción y la ignorancia de no hacer pero haciendo que es lo peor. Se cambia los papeles para pasar de protector a depredador dañando al que más se quiere. Ahí queda mutilado el ánimo y en el corazón se asientan posos de melancolía aplastante...

¡Mea culpa!, ¡Mea culpa!, ¡Mea culpa!,...

Lo siento y gracias por las nuevas oportunidades que disteis a este pequeño desastre con piernas.... Ahora ha convertido todo en invisible, en reflexión y cobardia ante lo que hace y lo que escribe. Dolor, dolor dolor que no deja respirar. La mejor forma es evitarlo, para no convertirse en ángel caido en un entorno de demonios, brujas, mentiras... Si ya no es tarde y lo es, aunque no lo sepa. Solo queda redimir los pecados eternamente, que se dice pronto.



"La esencia de la felicidad consiste en que aceptes ser el que eres" (Erasmo de Rotterdam). Y yo añadiría, " y perdonarse a uno mismo".

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