A él, sólo a él, le han castigado sin
mirar y a empujones se ha quedado sentado en su trono de asfalto y fría
realidad. Le duelen las heridas de cada puñaladas de rechazo de la gente que no
se ponen en su piel. Le han vuelto del revés lo que ya no recuerda llamado
dignidad… sigue ahí como cojo sin muleta, como frío sin abrigo, como melancolía
sin alas para alzar el vuelo. Sin nombre propio, ni papel en el cuento del que
se habla de perdices y finales felices. Ni en broma se escribe de él, no queda
bien en ningún lugar….
Se ve aislado resignado al suelo y a su
cúpula de luces y nada mas… nadie baja un peldaño de su hombro, nadie sabe acariciar
con palabras al igual con su peor cara bonita.
Quizás hoy la suerte de una sonrisa le
llega por casualidad…y tal vez el
amanecer de su oscuridad se quede quieto entre su chaqueta, y le caliente la
piel.
Puede que haya olvidado ser brújula de su vida, y ser el pastor de sus
ideas, o el ancla de ese destino final, y sigue allí sin seguro del que dirán.
Si recuerda ser señor de su respeto. Aprendiz callejero del miedo…y luchador de
la pobreza.
Tiembla y llora cual niño sin la mano. Se
tapa con escaso cariño y se destapa por su falta. Vestido de insulto y peinado
de pocos amigos… se presenta alargando su palma reseca, bañada en negrura y
adornado de monedas se siente rico de una fortuna ganada con limosna.
Borracho de recuerdos y con su vino de
cartón se pelea con sus sombras, se pelea con su corazón de tibia resistencia.
Va perdiendo sus sueños cada día. El hambre le desespera y ya sus ojos no
reflejan un color. Tararea bocanadas de desesperación y no les llega el amor a
los pulmones…
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